César Chelala - Columnista invitado
El uso de bombas de racimo por parte de las facciones en guerra en Ucrania es un giro trágico de los acontecimientos que provocará muchas más muertes de civiles; muchos de ellos niños. Las fuerzas rusas han usado municiones en racimo en áreas pobladas de Ucrania desde que comenzaron la invasión de ese país. Ucrania también las ha estado empleando y aumentará su uso con la reciente aprobación de Estados Unidos para incorporar esas armas al conflicto.
El presidente Joe Biden justificó su decisión de enviar bombas de racimo a Ucrania porque sus fuerzas se están quedando sin municiones. La decisión de enviar bombas de racimo a Ucrania ocurre al mismo tiempo que el gobierno de los Estados Unidos está destruyendo su arsenal de armas químicas en una instalación militar en Kentucky. Es una trágica ironía que mientras Estados Unidos detiene el uso de un arma peligrosa, sigue promoviendo el empleo de otra de efectos letales, igualmente indiscriminados.
Las bombas de racimo expulsan bombetas explosivas –pequeñas bombas– diseñadas para matar sin distinción combatientes y civiles y destruir vehículos en una amplia extensión de terreno. Según el asesor de seguridad nacional Jack Sullivan, mientras que las sub-municiones rusas tenían entre un 30 y un 40 por ciento de fallas, las enviadas a Ucrania no muestran una tasa de fallas –la tasa a la que no explotan al aterrizar– superior al 2,35 por ciento. Esas mini-bombas sin explotar pueden seguir matando o mutilando a civiles mucho después de que haya terminado el conflicto y son muy costosas de encontrar y retirar.
“Las municiones en racimo utilizadas por Rusia y Ucrania actualmente, están matando a civiles y seguirán haciéndolo durante muchos años”, dijo Mary Wareham, directora interina de armas de Human Rights Watch. “Ambas partes deberían dejar de usarlas de inmediato y no tratar de obtener más de estas armas indiscriminadas”. Los estudios sobre el uso de municiones en racimo han revelado que entre un cuarto y dos tercios de las víctimas son niños.
El uso de municiones en racimo ha sido condenado por las Naciones Unidas; la Cruz Roja; Human Rights Watch; Amnistía Internacional; la Coalición contra las Municiones en Racimo y Médicos Sin Fronteras. En un comunicado, la Coalición contra las Municiones en Racimo de EE.UU. dijo que estaba “consternada por la decisión del presidente Biden de transferir estas armas prohibidas e instaba a que la reconsidere dados los graves riesgos humanos, políticos y de Derechos Humanos involucrados”.
Los ataques con municiones en racimo pueden considerarse crímenes de guerra, ya que se llevan a cabo en violación de las normas internacionales de guerra aceptadas. Todas las naciones que ratificaron la Convención sobre Municiones en Racimo adoptada en Dublín, Irlanda, en mayo de 2008, tienen prohibido utilizarlas. Esta decisión entró en vigor y se convirtió en ley internacional vinculante el 1 de agosto de 2010. La Convención sobre Municiones en Racimo “prohíbe el almacenamiento, el uso y la transferencia de prácticamente todas las bombas en racimo existentes y prevé la eliminación de municiones sin explotar”.
Al 10 de febrero de 2022, un total de 123 estados se unieron a la Convención, 110 como estados parte y 13 como signatarios. Muchas de las principales potencias militares del mundo, incluidos Estados Unidos, Rusia, Brasil, China y Ucrania, no son signatarios de ese tratado, cuyas obligaciones se volvieron legalmente vinculantes después de que 30 estados ratificaron la convención y, posteriormente, para todos los demás estados ratificantes.
Más de cien países han acordado en principio que sus arsenales de municiones en racimo deben ser destruidos. Sin embargo, al menos 17 países han utilizado municiones en racimo en los últimos tiempos. Desde 2005, Handicap International ha recogido cientos de miles de firmas para apoyar su campaña para prohibir estas armas. “Las bombas de racimo evidencian el uso perverso de la tecnología. Matan más con menos”, dice Carlos Duguech, un activista argentino por la paz.
Existe una desconexión entre las decisiones de los líderes sobre la guerra en Ucrania y lo que la mayoría de las personas en todo el mundo, horrorizadas por los traumas de la guerra, realmente quieren. Para proteger a los niños y otros civiles inocentes en Ucrania, todos los países deben prohibir permanentemente el uso y la producción de bombas de racimo. Evitar la pérdida de la vida de miles de niños inocentes justifica esta decisión.
Como dijo el ex presidente de los Estados Unidos, Jimmy Carter, en la conferencia del Premio Nobel de la Paz en Oslo en el Día de los Derechos Humanos el 10 de diciembre de 2002: “La guerra a veces puede ser un mal necesario. Pero no importa cuán necesario, siempre es un mal, nunca un bien. No aprenderemos a vivir juntos en paz matando a los hijos del otro.